¿A qué esperas?
Muchos de nosotros encontramos todo tipo de razones o excusas para retrasar el momento de lanzarnos a realizar aquello que nos encantaría hacer o experimentar, aquello que sabemos que tenemos que hacer y que nos aterra, o aquello que estamos convencidos de que nos proporcionaría bienestar y/o placer.
De esta forma, esperamos a que el jefe tenga un buen día, a que los hijos sean mayores, a tener un título más, a perfeccionar el inglés, a adelgazar unos kilos, a tener ahorrado algo de dinero, a acabar de pagar el crédito del coche o la hipoteca, a que llegue la primavera, a que llegue el verano… y así, mientras esperamos el momento perfecto, las circunstancias perfectas, la vida se nos va día a día, momento a momento.
Con frecuencia, detrás estas excusas encontramos que hay creencias limitadoras o miedos que nos impiden actuar. Entre esas creencias y/o miedos encontramos las siguientes:
Creencias:
- “Una persona adulta tiene que ser responsable”
Y por ser responsables entendemos no arriesgarse, o correr riesgos controlables y medidos, seguir las normas, ajustar tu comportamiento a lo que se considera “normal” por la sociedad en la que vives, etc. A su vez, si no eres responsable, los calificativos que se te adjudican son del tipo: es un viva la vida, un egoísta, un desapegado, un inmaduro, un intrépido. Todos calificativos con una connotación negativa, y que para evitar que nos los adjudiquen lo que hacemos es evitar a toda costa hacer aquellas cosas que nos gustaría hacer pero que pensamos que “no son de adultos responsables”.
Imaginemos que ser responsable significara: que somos libres para hacer lo que queramos, ahora bien, responsabilizándonos del resultado o consecuencias de nuestros actos. Esta forma de verlo nos da mucha más libertad a la hora de actuar y de ser nosotros mismos, y a la vez nos hace verdaderamente responsables de nuestros actos. Ya que, hagamos lo que hagamos, nosotros nos hacemos responsables del resultado o de las consecuencias de nuestras actuaciones.
- “Pensar en uno mismo es de egoístas”
Esta creencia nos lleva a poner las necesidades de otros por delante de las nuestras y nos quedamos siempre los últimos de la cola. La consecuencia es que nos quedamos insatisfechos, incompletos y en muchas ocasiones esto despierta sentimientos de rabia y resentimiento, los cuales no está bien visto que expresemos, por lo que nos los tragamos y los acumulamos hasta que salen de forma descontrolada, y normalmente en el momento más inoportuno.
Si tú no tienes tus necesidades cubiertas es muy difícil que puedas ayudar a otros a cubrir las suyas. Y es que, sólo cuando nosotros tenemos puesta la máscara de oxigeno podemos ayudar a otros a ponerse la suya!!
La persona egoísta lo quiere todo, tanto si lo necesita como si no. Darse a uno mismo lo que necesita, no sólo no es ser egoísta, sino que es clave para conseguir nuestro bienestar, y de lo que se tiene que responsabilizar uno mismo.
En ambos casos, dependiendo de cuál sea nuestra creencia, nos vemos limitados para ser quienes queremos ser, o nos damos el permiso de ser quien somos.
Miedos:
- “¿Y si lo pierdo todo?”, “ ¿Y si fracaso?”, “¿Y si me dicen que no?”, “ ¿Y si luego no me gusta?”, “ ¿Y si hago el ridículo?”
El miedo a fracasar, a que piensen mal de nosotros, a perder la seguridad que creemos que tenemos,…, nos hace dudar a la hora de actuar. Y con el fin de vencer estos miedos lo que hacemos es intentar controlar las circunstancias y el futuro. Nos convencemos de que cuando las circunstancias sean como queremos el resultado va a ser el deseado, y así nos pasamos días enteros esperando a que todos los astros se alineen a nuestro favor, con la “mala suerte” de que nunca llegan a estar perfectamente alineados como los queremos.
En estos casos lo ideal es que nos responsabilicemos nosotros de crear las circunstancias deseadas, o de actuar aunque no sean las circunstancias ideales. Y para ello es de mucha ayuda el tener claro qué es lo que queremos conseguir, y cómo nos sentiríamos una vez alcanzado nuestro destino. De ahí sacaremos la fuerza con la que enfrentarnos a nuestros miedos.
Los miedos son como obstáculos imaginarios entre donde estamos y lo que queremos conseguir, y es cuestión de acercarse a ellos para ver que no son reales.
¿Qué podemos hacer cuando nos pillamos obedeciendo a alguna de estas excusas?
- Lo más importante, ser honesto con uno mismo. Así podrás llegar a lo que hay detrás de la excusa: bien sea un miedo o una creencia, y por lo tanto enfrentarte a él o hacer algo al respecto.
- Encontrar una actitud que te apoye a la hora de avanzar hacia lo que deseas y/o lo desconocido.
- Reforzar la confianza en uno mismo actuando, probando, experimentando, aprendiendo de uno mismo.
- Cambiar aquellas creencias que nos limitan por otras que nos apoyen.
- Escucharse a uno mismo y dar prioridad a lo que necesitamos nosotros para estar bien.
Y ahora, ¿a qué esperas?
Ejercicio:
Encuentra una situación, conversación, actividad, etc, que llevas posponiendo bastante tiempo. Reflexiona sobre qué es lo que idealmente te gustaría que ocurriera y cómo te sentirás una vez que ocurra lo que quieres. Con la atención en el lugar hacia el que te diriges, cuál es el primer paso que te acerca a él?
Una vez que te decidas, cuentanos aquí en el blog tu experiencia para que nos inspiremos todos!