“No le des más vueltas”
Pensarlo una vez más, o darle otra vuelta, no siempre nos es útil. De hecho, en la mayoría de las ocasiones lo único que conseguimos es confundirnos y frustrarnos más, ya que casi siempre acabamos en el mismo lugar donde empezamos.
Ha esto es a lo que yo llamo “pensamiento circular”, empezamos en un lugar: “no sabiendo”, y acabamos en ese mismo lugar: “no sabiendo”, aunque eso si, cada vez con menos convencimiento de nuestra capacidad de resolver una situación, o de llegar a una conclusión desde la cual podamos actuar y avanzar.
Cuando hacemos esto, estamos desperdiciando el potencial intelectual que todos poseemos. Hacemos que nuestro intelecto funcione y funcione, sin darle ninguna dirección concreta de hacia dónde dirigirse. Y es que cuando le decimos a nuestro cerebro que queremos tomar la mejor decisión, o la decisión más acertada, lo cierto es que no le estamos proporcionando ninguna información sobre la dirección en la que queremos avanzar.
¿Qué nos puede llevar a este tipo de pensamiento?
– Miedo a tomar una decisión errónea
El miedo a cometer un error hace que busquemos excusas para no tomar una decisión, e inconscientemente nos metemos en el pensamiento circular, que nos entretiene y pospone el momento de la decisión.
– Miedo a enfrentarnos a lo que sabemos que es verdad, para nosotros
En muchas ocasiones sabemos qué es lo que tenemos que hacer, y sin embargo, nos da miedo enfrentarnos a ello, así que, para impedirlo, nos hacemos los confundidos o nos engañamos con que “no lo tenemos claro”.
– Basamos nuestras decisiones, exclusivamente, en el análisis de información
Creemos que cuanta más información tengamos mejor será la decisión que tomemos y nos afanamos en buscar más y más información, en analizarla y compararla con el fin de tomar la decisión.
En realidad se ha demostrado que excesiva información puede retrasar, e incluso desviarnos de la mejor decisión para nosotros. Y es que llega un momento en el que el intelecto se pierde contrastando toda la información que le damos.
– Falta de dirección
No siempre sabemos qué es lo que queremos y acabamos dándole información incompleta a nuestro cerebro. Normalmente lo que le decimos es: “estas son las variables, los obstáculos y las posibilidades. Dime cuál es la respuesta correcta o la mejor respuesta”. Pero nos olvidamos decirle qué es lo que hace a la respuesta “correcta”, así que cada vez que llega a una conclusión, dudamos de si es la correcta o no, y volvemos a empezar.
– No confiamos en nuestra sabiduría natural o intuición
Le hemos dado tanta importancia a nuestro intelecto y a nuestro razonamiento, que al poner toda nuestra atención en él nos hemos olvidado de algo con lo que todos hemos nacido: la intuición. Ese sentimiento en el estomago que te dice que algo está apunto de pasar, o que te conecta con una persona cuando todas las señales externas te dicen que no es tu tipo.
Lo opuesto al “pensamiento circular” es el “pensamiento direccionado”.
Es decir, una serie de pensamientos que nos llevan de un punto X a otro punto Y. En este tipo de pensamiento hay dirección, avance y progreso, y el ejercicio de sentarse a pensar o reflexionar da sus frutos.
¿Cómo podemos pasar de un “pensamiento circular” a uno “direccionado”?
– Antes de sentarte a pensar, define específicamente cuál es la dirección y el objetivo de ese ejercicio de pensamiento.
Por ejemplo: el objetivo puede ser tomar una decisión, y la dirección, que me haga avanzar en el proyecto que tengo entre manos. De esta forma, en cada momento podemos pararnos y preguntarnos, ¿los pensamientos que tengo me ayudan a avanzar en el proyecto?, ¿me acercan a mis objetivos? Si la respuesta es que no, vuelve a direccionar el pensamiento hacia el objetivo inicial, o quizás uno nuevo.
Lo importante para salir del círculo es poner un punto de referencia (objetivo, dirección) fuera del círculo de pensamiento.
– Se honesto contigo mismo y mira a ver si estás utilizando el “pensamiento circular” para no enfrentarte a algún miedo
Si éste fuera el caso, entonces la dirección a tomar es, en primer lugar, mirar al miedo, reconocerlo y aceptarlo. Y luego, mirar más allá del miedo para ver aquello que nos emociona, que nos entusiasma, que nos activa.
– Pasa a la acción
En muchas ocasiones hacer algo, cualquier cosa!!, desbloqueará la energía atascada en la que estamos metidos. Cuando estamos en esta energía la razón sólo nos llevará a un lado para después volver a llevarnos al opuesto.
– Pide ayuda
Normalmente desde fuera se ven las cosas de otra manera y esto te puede servir de ayuda para que veas las cosas de forma diferente o, en el caso de que no tengas una dirección, clarificarla.
– Confía en tu intuición
Seguro que recuerdas situaciones en tu vida en las que has seguido a la razón, para después darte cuenta de que la otra opción, aquella que no podías razonar, era la más adecuada para ti.
La intención no es un juicio o una opinión. No se basa en lo que ves, sino en lo que sientes. No lo puedes explicar, pero sin embargo sientes cierta atracción hacia una dirección y no hacia la otra.
CONCLUSIÓN:
– Si has pensado la misma cosa más de dos veces y no has conseguido ningún progreso es que estás pensando en círculos.
– Para salir del pensamiento en círculos, busca un punto fuera del círculo hacia donde quieras dirigirte.
– Conecta con tu intuición, y hazle caso!!