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En busca del equilibrio

En busca del equilibrio

Cuando pensamos en una persona equilibrada nos imaginamos una persona que no tiene ni altos ni bajos, estable emocionalmente, e incluso me atrevería a decir que creemos que siempre, o casi siempre, está feliz. Y de ahí que, cualquiera que piense esto, desee o busque convertirse en una persona equilibrada.

Sin embargo cuando nos fijamos más detenidamente en las personas “equilibradas”, vemos que la ausencia de altos y bajos, por ejemplo, se debe a razones como, una buena gestión de las emociones, claridad en lo que es importante en sus vidas, en sus prioridades, en lo que quieren, o la seguridad que tienen en si mismos.

Y es que en realidad, el equilibrio no es más que la capacidad, o habilidad, de cada uno de nosotros para corregir un desplazamiento que nos aleja del centro, y volver a él.

Cuando no nos movemos, cuando permanecemos estables o centrados, el sentido del equilibrio está inactivo porque no es necesario. Y a su vez, un buen sentido del equilibrio nos avisa inmediatamente de cualquier desvío y hace los ajustes necesarios para recuperar el centro lo más rápidamente posible.

Por ello, de ahora en adelante, cuando hablemos de equilibrio, nos referiremos, no a la estabilidad en sí, sino a la capacidad o habilidad de volver al “centro”, de recuperar la estabilidad.

Una de las razones causantes de inestabilidad es precisamente el desconocimiento de nuestro centro, de esa zona donde nos sentimos plenos y en paz. Ante este desconocimiento, nuestro sentido de equilibrio, aunque sepa que estamos en una posición inestable, se vuelve loco intentando corregir el curso de nuestra trayectoria en múltiples direcciones pero sin llegar a ningún sitio.

Además, cuando no estamos en nuestro centro nos volvemos mucho más vulnerables a cualquier pequeña turbulencia, bien sea de tipo emocional, física o psíquica.

 

Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudar a nuestro sentido del equilibrio y así alcanzar una posición de estabilidad lo más rápidamente posible?

Primero: Conocer la posición de nuestro centro.

En el ser humano el centro depende, o está influido, por cuatro componentes: El cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu. Y es fundamental verlos en conjunto, ya que estos componentes están interrelacionados, y lo que afecta a uno puede influir en los demás. Por ejemplo: imaginemos que nos encontramos tristes, o ansiosos, y decidimos reducir o enmascarar estas emociones con algo físico como comida poco saludable, o alcohol. Sin duda esta acción tendrá un efecto en nuestro cuerpo, que a su vez provocará pensamientos de auto castigo, culpabilidad,…, y acabaremos añadiendo a las emociones que queríamos evitar otras como debilidad, impotencia, etc.

Sin embargo, si por ejemplo sabemos que el ejercicio físico nos hace sentir bien, saludables, calmados, cuando ocurre algo que nos produce ansiedad y que nos desestabiliza, podremos usar el ejercicio físico como medio para volver a aquello que queremos. Y de ahí la importancia de conocer, nuestro centro y lo que nos lleva a él.

Cuando estamos centrados, o en el “centro”…

en nuestra mente abundan los pensamientos útiles que sirven para avanzar, buscar soluciones, ver diferentes perspectivas. Es fácil ver algo que apreciar, o aprender en cualquier situación y observar sin hacer juicios.

nuestro cuerpo es flexible y saludable, y nos sentimos a gusto con nuestro aspecto físico.

contamos con flexibilidad emocional que nos ayuda a aceptar y procesar nuestras emociones cuando vienen, sin resistirlas, juzgarlas o esconderlas.

nuestro espíritu se siente libre, pleno y las acciones de nuestro día a día están alineadas con aquello que es importante para nosotros, nuestros valores.

… tenemos un buena relación con nosotros mismos. ¡Nos gustamos!

 

Segundo: Prestar atención a las señales que nos indican que no estamos en el centro y evitar aquellos comportamientos, o acciones, que nos pueden sacar de él.

Por ejemplo:

Indicadores de que nuestra mente se está alejando del centro: pensamientos inútiles que nos hacen sentir mal, el auto castigo y la crítica negativa hacia uno  mismo, el lenguaje desmotivador y pesimista sobre las circunstancias actuales y el futuro.

Acciones que pueden sacar a tu cuerpo del centro: una dieta no adecuada a tu ritmo de vida, sedentarismo, abuso de sustancias como el alcohol o el tabaco, ausencia de cuidado personal o corporal, malestar con ciertas partes de nuestro cuerpo.

Indicadores de que podemos estar fuera de nuestro centro emocional: nos resistimos, negamos, o escondemos ciertas emociones que pensamos que no son apropiadas, o que nos hacen ser  más vulnerables o peores personas. Nos incomoda estar solos y buscamos la compañía constante, o al revés. Nos sentimos irascibles, y abrumados por nuestras emociones.

Acciones que pueden descentrar a nuestro espíritu: Poner las necesidades de los demás SIEMPRE por delante de las nuestras propias. No prestar atención a lo que queremos y vivir según las reglas de otro. Actuar en contra de nuestros valores, de lo que es importante para nosotros, o desde el deber en vez de el querer. No confiar en uno mismo.

 

Tercero: Cultivar los hábitos y prácticas que nos hacen estar en el centro.

Algunas prácticas o hábitos que nos pueden ayudan a mantener la estabilidad:

espiritual: un diario de gratitud, tiempo a solas para reflexionar sobre uno mismo, ritual en la mañana que te prepare para el día, igualar tus necesidades a las de los demás.

emocional: acostumbrarnos a comunicar y procesar lo que sentimos en el momento.

corporal: comidas regulares y equilibradas desde el punto de vista nutritivo, comer despacio, ejercicio físico, masajes regulares, usar olores que nos hagan sentir bien, abrazar al saludar a los amigos.

mental: meditación, visualizaciones de aquello que queremos o que nos relaja, ver las situaciones desde varias perspectivas.

 

CONCLUSIÓN:

– Nuestra estabilidad depende del estado de nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestro espíritu.
– El sentido del equilibrio nos ayuda a recuperar la estabilidad siempre que tengamos claro cuál es el punto central o de estabilidad para nosotros.