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¿Dónde está tu atención: dentro o fuera?

¿Dónde está tu atención: dentro o fuera?

Hace un rato he tenido una conversación muy interesante con Dorita, una mujer que ha creado un espacio en Formentera muy especial. Un espacio con el fin de que las personas que vayan allí tengan la oportunidad de despojarse de todo aquello que está en la periferia del día a día y llevar su atención hacia lo que llevan dentro de sí.

Y por periferia me refiero a luz eléctrica, agua corriente sin medida, televisión, internet, lavadora,… vamos, todas aquellas cosas con las que nos hemos acostumbrado a vivir y de las que en muchas ocasiones nos hemos hecho dependientes.

El lugar que ha creado Dorita es un lugar donde lo importante es uno mismo, lo que lleva dentro y lo que conscientemente quiere compartir con los demás y con el espacio a su alrededor.

Esta conversación me ha llevado a reflexionar sobre las consecuencias que, tanto las cosas materiales de las que nos rodeamos y creemos que necesitamos para vivir, como las no materiales, posición social, fama o reconocimiento social, tienen en nuestras vidas.

Estas son algunas de las consecuencias que he visto:

  • Nos despistan y confunden. Ya que llevan nuestra atención a aquello que es periférico y que, muy a pesar de lo que creemos, es totalmente prescindible. De esta manera comenzamos a dar importancia y a cuidar a las cosas de fuera, en vez de conocer y mimar lo que llevamos dentro. Así, a veces nos sentimos perdidos, vacíos, o incluso pensamos que la vida no tiene mucho sentido.
  • Nos pesan. Y nos volvemos los sirvientes de las cosas de fuera, hasta el punto de que en muchas ocasiones nuestro trabajo está enfocado hacia mantener esas posesiones o incluso hacia conseguir más. Es decir, se convierten en parte de nuestra vida y en una carga que tenemos que llevar donde quiera que vayamos.
  • Nos desconectan de quien somos. Cuando la atención está en lo de fuera, quien somos: nuestros talentos, virtudes, emociones, sueños, valores, …, pierde importancia y pasa a un segundo plano. Y cuando estamos mucho tiempo desconectados de nosotros mismos, podemos llegar a tener la sensación de no saber quien somos. Cuando en realidad, sólo lo hemos olvidado.

Por el contrario, cuando nuestra atención está en lo que llevamos dentro y partimos de que compartirlo es lo que es verdaderamente importante, nuestra vida cobra sentido, disfrutamos de las cosas materiales sin necesitarlas ni apegarnos a ellas y viajamos libres y con equipaje muy liviano.

Cuando nuestra atención está dirigida hacia dentro, la pregunta cada mañana, o en cada momento, es algo así: De lo que hay en mi interior, ¿con qué quiero contribuir a mi alrededor? La atención va de dentro a fuera. Busco dentro y pongo fuera, en vez de buscar fuera para poner dentro.

Me gustaría darle las gracias a Javier, que estuvo en este lugar hace un mes, por compartir su experiencia y ponerme en contacto con Dorita. Y gracias a Dorita, por inspirar este artículo y por poner, como ella dice, su “granito de arena”. Y es que, cada persona que va a Casa Dorita deja una donación a la asociación que han creado al mismo tiempo que la casa, que va dirigida a apoyar a familias de indígenas ecuatorianos para que sus hijos puedan ir a la escuela.

Dorita, me encanta tu granito de arena. ¡Nos vemos en Agosto!

Os dejo con un cuento que a mí me hace pararme a reflexionar sobre las cosas con las que decido caminar. Espero que ha vosotros también.

dónde está tu atenciónEn un pueblo pequeño había un monasterio muy viejo que servía como centro de atracción turística para miles de viajeros de todo el mundo. Uno de los ancianos del pueblo vivía en el monasterio y se ocupaba de su mantenimiento.

Un día, muy pronto por la mañana, un grupo de turistas apareció en el monasterio. Deambulando por el patio interior uno de los turistas se fijó en un puerta pequeñita y llamó.

Fue bienvenido por el anciano que cuidaba del monasterio y éste le invitó a entrar a la habitación y tomar una taza de té.

Mientras el anciano preparaba el té, el viajero se fijó en la habitación tan espartana en la que vivía el anciano. Había una cama con una mesilla al lado derecho, una lámpara de aceite, una alfombra de lana, una estantería con algunos libros y la mesa donde estaba él con un par de sillas.

Cuando el anciano sirvió el té, el viajero le preguntó:

– “Tiene una casa muy modesta. No hay televisión, ni teléfono, ni casi muebles, ni frigorífico, ni aire acondicionado. ¿Cómo puede vivir así?”

– “¿Donde están tus posesiones?” le preguntó el anciano.

– “Yo soy un viajero y sólo estoy de paso”, contestó el viajero.

– “Todos estamos sólo de paso”, respondió el anciano.

¡¡Feliz semana a todos!!