Ha llegado el Invierno
Para algunos esto es una mala noticia; sobre todo para aquellos a los que les gusta el calorcito, la vida en la calle y los días en los que el sol tarda en ponerse. Personas que se recargan con la luz del sol, el aire libre y la compañía de otras personas. Sin embargo, el invierno también tiene su forma de recargarnos. Y es que cada estación tiene un propósito, una razón de ser, y unos beneficios.
El invierno es como la noche, como el domingo, como la muerte, en el sentido de que es el final de un ciclo en el que ha habido: un nacimiento; un crecimiento y trabajo; y una cosecha o recogida de los frutos de ese trabajo. Y con el invierno llega el momento de pararse a reflexionar, a aprender, a celebrar, a soñar.
Claro que si nos resistimos a él, encontraremos frustración, queja, y se nos hará eterno, ya que nuestro único propósito entonces será el de esperar a que se acabe para empezar a vivir y a pasarlo bien. Y así nos perderemos una etapa de nuestro ciclo vital que, además de ser imprescindible, nos puede aportar muchos beneficios.
La estación del Invierno nos invita:
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Al recogimiento.
Un recogimiento en el podemos dirigir la mirada hacia uno mismo, cuidarnos y darnos aquello que necesitamos y que no hemos tenido tiempo hasta entonces. Un recogimiento en el que podemos compartir momentos íntimos con los seres queridos, y/o mejorar la calidad de nuestra atención cuando estamos interaccionando con otras personas.
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A la reflexión y el aprendizaje.
Después de un año de experiencias vividas es importante que miremos hacia atrás y reflexionemos sobre lo que ha ocurrido durante ese año usando el filtro del aprendizaje. Es decir, preguntándonos: “¿qué puedo aprender yo de esa situación que me pueda servir para otra ocasión?”, o “¿qué he aprendido de mí este año?”. Este tipo de preguntas no sólo te enriquecen como persona, sino que además, le dan un sentido a todo aquello que has vivido. Bueno, o malo, no habrá sido en vano!
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A ser, en vez de afanarnos y hacer.
Con frecuencia nos perdemos en el hacer, hacer, hacer. El estar ocupados nos hace sentir bien y le da un sentido a nuestras vidas. Aunque a menudo nos quejemos de que no tenemos tiempo para nada, sin embargo llenamos nuestros días con trabajo, actividades extra escolares, proyectos, hobbies. Esta estación sin embargo, nos llama a bajar el ritmo e incluso parar si hace falta.
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A soñar.
Este es el mejor momento para adentrarnos en el mundo de los sueños y dejar que estos nos hablen del futuro, de nuestros deseos, aspiraciones, y sobre todo, de la dirección que queremos seguir. Antes de comenzar un nuevo ciclo es imprescindible pararnos a soñar el camino que queremos seguir, de lo contrario avanzaremos sin rumbo, pasando en muchos casos por lugares en los que ya hemos estado y que no deseamos, pero que no sabemos como evitar. Para salir de esos círculos tenemos a los sueños.
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A trabajar el desapego y a dejar atrás el año que hemos vivido con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.
La única forma de que entre nueva energía en nuestras vidas es dejando espacio para ella. De ahí, que al dejar en el pasado lo que pertenece al pasado, nos preparamos para recibir todo lo que está por venir. Y al contrario, si nos apegamos a una situación, emoción o evento del pasado, puede ocurrir que nos perdamos nuevas oportunidades por no estar atentos al presente.
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Y finalmente a celebrar.
Es el fin de un ciclo y sólo por ello es digno de celebración. La celebración nos ofrece la oportunidad de recordar, honrar y reconocer momentos de nuestras vidas y de compartirlos.
Por todo esto y mucho más, no olvidemos los deportes de invierno!, el invierno es, sin duda alguna, una estación memorable.
Conclusión:
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Las estaciones son ciclos de la naturaleza de la que nosotros también somos parte integrante, y vivir alineados con ellas nos ayuda a conectar con quien somos y a entendernos mejor.
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El invierno es el fin de un ciclo y nos da la oportunidad de pararnos a reflexionar, aprender, celebrar y mirar al futuro.
Os deseo un Feliz y Enriquecedor Invierno!!!!