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Hablando NO SIEMPRE se entiende la gente

Hablando NO SIEMPRE se entiende la gente

 

 

Hablando No Siempre se entiende la genteEs común pensar, porque así lo hemos oído durante toda la vida, que para entendernos hay que hablar las cosas.

Ahora bien, cuantas veces has tenido una conversación con el fin de aclarar una situación y has acabado en el mismo punto en el que comenzaste, o incluso más confundido que antes de hablar.

Esto es debido a que hablar, y más específicamente, las palabras, no son el único ingrediente a la hora de crear un acercamiento o una solución creativa a una situación que nos incomoda, nos molesta o nos tiene preocupados. No basta con usar palabras bonitas y un buen tono.

Hay un ingrediente mucho más importante a la hora de comunicarnos:

la intención u objetivo de la conversación.

Por ejemplo: es mi intención fortalecer la relación que tengo con esa persona porque es importante para mí, o mi intención es salirme con la mía y que la otra persona cambie.

La intención es importante porque nos va a posicionar en la conversación, y dependiendo de la posición en la que nos coloquemos, estaremos más abiertos a escuchar y crear soluciones juntos, o nos aseguraremos de que nos preparamos con toda la munición posible para defender nuestro fuerte.

Ambas posiciones requieren un esfuerzo y energía, y es fundamental que seamos conscientes y nos responsabilicemos de hacia dónde dirigimos nuestra energía, porque eso es lo que acabaremos consiguiendo.

Estas son algunas de la razones por las que nuestras conversaciones no llegan a ningún sitio, o incluso empeoran la situación:

1) Vamos con la intención de convencer.

Esto suele ocurrir… casi siempre!! Primero, porque creemos que tenemos razón, y segundo, porque contamos con argumentos infalibles. Además hemos hablado con amigos y familiares, que sabíamos que se pondrían de nuestra parte en esta situación y hemos conseguido afianzar más y más nuestra posición. Nos hemos preparado la conversación, qué le voy a decir, la forma en la que se lo voy a decir (buenas palabras, voz armónica, etc.) y para cuando llega el momento de hablar, da igual lo que tenga que decir la otra persona, lo que importa es que yo tengo razón y tengo que convencerle como sea.

2) Creemos que abrirnos a otras posibilidades es perder.

Perder nuestro rango, posición, estatus, poder, etc. De ahí que sólo estemos abiertos a una solución y a una forma: la mía!!, y la defendamos con uñas y dientes. En este caso, hablar las cosas no es más que una forma de defender quien soy, o mejor dicho, la identidad que me he creado, quien creo que soy.

3) Hablamos únicamente de comportamientos y obviamos los sentimientos.

En las conversaciones solemos centrarnos en lo que se ha hecho y en lo que hay que hacer o corregir, pero no entramos en lo que hay por debajo, por ejemplo, del enfado, el cabreo o la rabia. Es decir, no entramos en el sentimiento de tristeza, de soledad, o de impotencia que las acciones de otra persona puedan despertar en nosotros y esto hace que las conversaciones que tengamos sean superficiales y no lleguen a la raíz de lo que en realidad está provocando el malestar o distanciamiento entre nosotros y la otra persona.

4) Nuestro foco, es decir, nuestra atención, está única y exclusivamente en nosotros.

¿Os suenan algunas de las siguientes frases?: “Es como si hablara con una pared, no me escucha!”, “se lo he dicho cien mil veces y ni caso”, “es que no me entiende”.

Lo común que tienen estas frases es que el foco está puesto en uno mismo: “no me escucha A MI”, “ no me hace caso A MI”, “no me entiende A MI”.

Cuando hacemos esto nos separamos de la otra persona y nos ponemos en oposición: yo y el otro. Y lo que es peor, hacemos que nuestras necesidades sean más importantes que las de la otra persona culpabilizándole de mis sentimientos, mi malestar y responsabilizándole de hacer algo para que yo no me sienta así.

Llegado a este punto quizás os preguntéis: ¿entonces, cómo se entiende la gente?

La respuesta es: con auto-empatía, escucha empática, y finalmente, con palabras cuya intención sean fortalecer el objetivo común y crear una solución que satisfaga las necesidades de ambas partes.

Estas son algunas propuestas para avanzar hacia soluciones creativas cuando nos encontramos en situaciones difíciles con otras personas:

– Pon el foco en la otra persona.

Escucha en sus palabras lo que le puede preocupar, lo que es importante para ella. No hace falta que estés de acuerdo con ello, sólo que lo escuches y lo comprendas como algo tan válido como lo tuyo.

– Pararnos y hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué necesito yo para no estar enfadado, triste, etc? y fundamental, ¿qué estoy dispuesto a dar para conseguir lo que quiero?

De esta manera podremos pedir específicamente y con detalles aquello que necesitamos de la otra persona para que yo me sienta bien en esa situación y al mismo tiempo estaré en disposición de dar.

– Clarificar de antemano cuál es tu intención y compartirla.

¿Está nuestra intención enfocada en lo común (ej. la relación que tenéis, un objetivo de trabajo, etc) o en nosotros mismos? Si está enfocada en nosotros mismos y no encontramos algo común que construir o fortalecer quizás sea mejor elegir no hablar por el momento. Lo ideal es que la intención sea crear, construir, mejorar juntos y que la otra persona lo sepa  con el fin de que se alinee con nosotros para conseguir lo mismo.

– Pararse a ver la parte de razón que hay en lo que la otra persona dice.

Todos vemos una parte de la realidad dependiendo del lugar desde el que la miremos, o los filtros de las gafas que llevemos puestas. Si no puedes aceptar que la otra persona ve algo que tiene sentido para ella, no esperes que la otra persona vea el sentido en lo que tú dices.

Probadlo, quizás os funcione!!! 😉