La Inercia del Hacer
Nuestra tendencia natural, o debería decir la tendencia natural de nuestra mente, nos lleva a levantarnos con una lista de cosas que hacer, a veces tan larga como para mantenernos ocupados durante toda una semana, que bien dejamos preparada la noche anterior, o construimos muy rápidamente nada más escuchar el despertador y sin haber abierto todavía los ojos. Lo que conseguimos con esto es entrar, ya desde por la mañana, en la inercia del hacer. Si además tenemos en cuenta lo que nos gusta conjugar el verbo TENER con nuestra lista de quehaceres, esta queda algo así:
Tengo que ducharme,
y luego tengo que desayunar,
y luego tengo lavarme los dientes,
y luego tengo que ir a trabajar y preparar la reunión antes de las 11 y llamar a….
y luego tengo que comprar el pan,
y luego tengo que hacer la comida, y luego tengo …
Ósea, que no sólo están los quehaceres, sino que además nos sentimos OBLIGADOS A HACERLOS.
Con razón deseamos que lleguen los fines de semana y las vacaciones. Ambas ocasiones representan para nosotros oportunidades para dejar de hacer.
Ahora bien, ¿realmente aprovechamos esas oportunidades para DEJAR DE HACER?
Pues he de decir que la gran mayoría de las veces la respuesta es: NO. Aún peor, en el caso de los fines de semana la lista puede llegar a ser incluso más larga que la de un día cotidiano ya que todo aquello que no vamos acabando durante la semana lo pasamos al día libre. Y si por casualidad resulta que no tenemos nada que hacer nos aseguramos de encontrar rápidamente algo con lo que entretenernos: un libro, un partido de futbol, una película, una serie de televisión o quedar a tomar un café. En el caso de las vacaciones, o las guardamos para hacer cosas más grandes como una mudanza, re-decorar el salón, o, si no tenemos nada de eso en mente, la primera pregunta que nos hacemos es: ¿Qué voy a hacer en las vacaciones?
Pero bueno, ¿no habíamos quedado que los fines de semana y la vacaciones eran para dejar de hacer?.
¿Por qué nos es tan difícil no hacer nada, o dejar de hacer?
Estas son 3 de las razones más frecuentes:
1) La gran mayoría de las personas ni siquiera sabemos lo que eso significa.
Nos han enseñado a hacer pero no ¡a dejar de hacer! De ahí que cuando alguien nos dice que no hagamos nada, que simplemente estemos, la primera pregunta que nos viene es: ¿y cómo se HACE eso? Esta pregunta viene de nuestra mente, que para sentirse bien, necesita que le demos un procedimiento, una lógica que pueda procesar y entender. Lo que nuestra mente tiene que entender es que, para no hacer nada, sólo tenemos que ESTAR, lo que requiere que ella baje su nivel de actividad.
2) Nuestra mente está sumida en la inercia del hacer.
A nuestra mente le gusta estar en activo y procesando, ya que esa es su función, y así cuando no está ocupada con algo que requiere su atención en el momento presente se entretiene organizando o planificando lo que podemos hacer en las próximas vacaciones, buscando respuestas brillantes que podíamos haber dado a nuestro jefe hace 3 días, dando soluciones a la situación política actual, o con cualquier otra cosa. El caso es ¡¡estar activa!! Esto hace que aunque nosotros estemos de vacaciones nuestra mente continúe a pleno rendimiento aún cuando nosotros queremos parar, y así acabemos más cansados algunos días de descanso que otros de trabajo.
3) Creencias culturales y personales sobre “Hacer, o no Hacer”.
Según las creencias que tengamos así actuaremos. Por ejemplo, si nosotros creemos que las siguientes afirmaciones son verdad: “no hacer nada es perder el tiempo”, “cuanto más ocupado estás más importante y necesario eres”, “soy lo que hago, es decir, cuanto mejor es mi puesto mejor soy yo”, “tengo que hacer algo si no pareceré un inútil”, lo que haremos es buscarnos constantemente algo que hacer con el fin de sacar provecho al día y sentirnos útiles y bien dentro de nuestro entorno.
Y con tanto hacer para sentirnos bien, e incluso para relajarnos y descansar, nos olvidamos de los verdaderos beneficios de no hacer nada.
“Cuando dejamos de hacer nos estamos dando una oportunidad para ser, para escuchar lo que llevamos en nuestro interior y para ver en profundidad lo que hay a nuestro alrededor.
Y es que cuando nuestra mente no está ocupada en hacer o manifestar en el exterior, otras muchas de sus capacidades se ponen en marcha. Capacidades como la creatividad, la inspiración o la intuición se despiertan y nos traen claridad, serenidad y confianza.”
A continuación te ofrezco algunas propuestas para mejorar la calidad de tus ratos libres, de tu día a día y sobre todo para salir de la inconsciencia que nos da la inercia del hacer:
1) Dejar de hacer por hacer.
Y para ello elige libre y conscientemente lo que quieres hacer y deja de hacerlo de forma automática. Encuentra un propósito para cada cosa que haces y piensa en ello como en una contribución a tu familia, tus relaciones, tu entrono, tu trabajo.
2) A diario encontrar un momento para SER, para ESTAR.
Elige qué momento del día te quieres sentar a estar. Al principio puedes ponerte un periodo limitado (10min, 30min, tú eliges) para que tu mente se quede tranquila. Mientras “estés” lo normal es que tu mente siga con su inercia y te traiga pensamientos sobre el pasado, el futuro, comentarios sobre lo que estás haciendo, o cómo lo estás haciendo. Tu única tarea es, amablemente volver la atención a tu cuerpo, a como se siente, a lo que hay a tu alrededor… Si la primera vez te sientes extraño, ¡enhorabuena! Eso significa que estás haciendo algo diferente.
3) Alimentar creencias que apoyen la práctica de SER y ESTAR.
Como por ejemplo: “la práctica de sentarme a SER aporta claridad, serenidad y bienestar a mi vida”, “cuando sólo estoy, y no hago nada, permito que mi creatividad y mi intuición me den información sobre lo que necesito”, “cuando sólo SOY mi cuerpo descansa, mi mente se aclara, mis emociones se transforman y mi espíritu se alimenta”.
4) Una vez al día dedicarse un tiempo y espacio.
Elige cosas para hacer este tiempo y espacio que te sirvan para descansar, recobrar energías y sobre todo para reconectar con lo que te apasiona y te entusiasma. A veces en el que hacer de las tareas diarias perdemos el norte, y dejamos de hacer precisamente aquello que nos llena y alimenta por dentro.