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Una cuestion de perspectiva

Una cuestion de perspectiva

cuestion de perspectiva

Una cuestión de perspectiva

Esta semana me gustaría compartir un cuento Zen que me recuerda el poder de poner las cosas  que nos pasan en perspectiva, con el fin de poder darles el valor e importancia que tienen.

Aquí va:

Un maestro que estaba haciéndose ya viejo comenzó a sentirse cansado de las quejas de uno de sus aprendices. Un día el maestro mandó al aprendiz a por sal. Y cuando este regresó con la sal, el maestro le pidió que disolviera la sal en un vaso de agua y que después la bebiera.

“¿Cómo sabe?”, preguntó el maestro.

“Amarga”, dijo el aprendiz.

El maestro rió y luego le pidió que cogiera la misma cantidad de sal que había vertido en el vaso y que la pusiera en el lago. Los dos anduvieron en silencio hasta el lago que se encontraba muy cerca de donde estaban, y una vez que el aprendiz esparció el puñado de sal que llevaba en la mano, el maestro le dijo, “Ahora bebe del lago”.

Según el agua se resbalaba por la barbilla del joven aprendiz, el maestro le preguntó, “¿Cómo sabe ahora el agua?”.

“Fresca”, remarcó el aprendiz.

“¿Puedes saborear la sal?”, preguntó el maestro.

“No”, dijo el joven.

En ese momento el maestro se sentó al lado del joven, que estaba muy serio, y le explicó con ternura:

“El dolor de la vida en como la sal pura; ni más, ni menos. La cantidad de dolor en la vida siempre es la misma. Sin embargo, la cantidad de amargura que nosotros saboreamos depende del recipiente en el que la ponemos. Así, cuando sientes dolor, la única cosa que puedes hacer es agrandar el sentido que les das a las cosas. Deja de ser un vaso. Conviértete en un lago.”

Hace ya unos años recuerdo que trabajé con una chica de 16 años que estaba completamente bloqueada y sufriendo porque le habían quedado 6 asignaturas para septiembre, y durante el verano, sólo pensar en los exámenes, la provocaba ansiedad y malestar. Toda su vida en ese momento circulaba alrededor de los exámenes, y lo que es peor, alrededor de suspender, repetir, perder las amigas al pasar de curso, etc.

Con el fin de que ella abriera su visión para incluir algo más grande imaginamos que tenía delante la línea de su vida, su nacimiento, niñez, adolescencia, madurez… Después de pasar un rato mirando todo lo que había ocurrido en su vida, lo que estaba ocurriendo y las posibilidades de lo que podía ocurrir, la visión de si misma y de su vida se expandió. Dejó de ser un vaso para convertirse en un lago.

Y como resultado, comenzó a ver los exámenes de septiembre, no como el fin del mundo, sino como una pieza más en el camino de su vida. Las condiciones externas no cambiaron y ella todavía tuvo que estudiar en verano para los exámenes. Lo que si cambió fue que ella empezó a vivir ese verano con menos ansiedad y más confianza.

Hoy está haciendo una carrera que le entusiasma y pone toda su atención y energía en contribuir al mundo con sus talentos y lo mejor de ella misma. Desde aquí, mi enhorabuena y admiración.

Quizás alguno de vosotros estéis pensando que en el caso de los exámenes es fácil ponerlo en perspectiva y que lo realmente difícil es lo que tienes entre manos ahora mismo. Esto es lo que nos suele pasar: nos enfocamos en lo que está ocurriendo en el momento presente y cerramos nuestra visión, haciendo de esa situación o circunstancia “lo más importante”. Bien sean los exámenes, acabar un proyecto, organizar una celebración o encontrar un trabajo.

La propuesta es poner la atención en lo que queremos hacer o crear, pero dentro de una perspectiva más grande que nos aporte calma, confianza y recursos.

Las cosas no son ni grandes ni pequeñas. Su tamaño depende de la amplitud de mira con la que las observes.

Más formas de mirar y otras perspectivas en el Laboratorio de la Felicidad este mes de Noviembre.

¡¡¡Feliz semana!!!